
Miss Buvelle.
La vida no es como la pintan. Nadie tiene una vida fácil, y Sona menos aún. Abandonada a su suerte en un orfanato de Jonia por sus padres biológicos, junto a un misterioso y refinado estuche, nadie sabe su origen real. Era un bebé que no hacía ruido alguno, y con los años se volvió una niña risueña pero no escandalosa. Lo malo comienza ahora, a causa de malentendidos originados por los niños restantes del orfanato. Ellos armaban trastadas, se escondían y los reproches y mala fama iban para Sona, quien siempre jugaba sola con unos bloques de madera. El castigo por algo que no hizo era quedarse sin jugar. También le quitaban la cama cuando era hora de dormir y tenía que dormir en el suelo toda la noche, para recibir al día siguiente una reprimenda por no hacerlo en la cama al ser encontrada como bola en una mera manta. Sona siempre tuvo voz, pero siempre que hablaba parecía volverse en su contra, por lo que paulatinamente, y a causa de tanto castigo sin sentido por culpa de terceros es que olvidó como se hablaba, quedando con la etiqueta de 'muda'. Los años venideros iban por el mismo camino, volviéndose más graves los castigos por falta de pruebas en su defensa. Sona veía como mucha gente entraba y salía y nadie se paraba con ella; nadie quería alguien mudo y con tan malas y falsas referencias de carácter. Burlas de sus antiguos compañeros siendo adoptados tuvo que aguantar, y acabó por cerrarse al mundo. Iba obligada a los sitios, y muchas veces le quitaban el instrumento en pos de venderlo a magnates del mundo musical para pagar deudas del recinto a los altos cargos de Jonia, pero misteriosamente regresaba a ella o simplemente lo devolvían alegando que fue un error comprarlo.
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Lejos de ese día a día, y por extraordinario que fuera, hubo una excursión a un poblado cercano al orfanato. La ilusión se palpaba en el ambiente por los niños, pero Sona no mostraba ilusión siquiera. Fue obligada a ir con ellos, y tuvo que armarse de paciencia esa noche anterior. Armada con su mochila y almuerzo, el cual le quitaron al llegar al pueblo mientras el cuidador hablaba y prohibía alejarse unos de otros, Sona estaba harta. Harta de aquel día que recién empezó. La respuesta de la menor fue darle un puñetazo al ladrón de su comida, recuperándola. Tenía pruebas de que era la suya, ya que todos tenían su comida en la mochila menos ella, pero los métodos no eran los adecuados y recibió tremendo rapapolvos tanto verbal como físico. ¿Qué iba a hacer ella? No pensaba llorar, por más que el dolor le fuera insoportable y las palabras de desprecio fuesen en su contra y sirviera de ejemplo para que nadie usara la violencia si tenían problemas. Irónico, ¿no? Sona se levantó, sangrando por la cabeza como si en su lugar tuviera purpurina; los aldeanos no hicieron nada más que mirar, apenados, el destino de la chiquilla de azules cabellos. La misma se escapó de esa reunión de borregos y pastor retrasado para pasar el día sola, como siempre, pero alejada de esa pandilla que empezaba a generar un odio irracional en su pequeño corazón.
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Caminó sin rumbo por las calles, esperanzada en que no fuera ni buscada por sus cuidadores, hasta que no pudo dar un paso más. Coincidió con que enfrente suya había una tienda bastante antigua, llena de juguetes de madera cada cual más bonito que el anterior. Entró dentro, y se asombró del resto de objetos que allí había; estanterías plagadas de artesanías y brillantes colores estaban en venta, pero no había nadie en la tienda, salvo un hombre de avanzada edad, que no anciano, quien estaba pintando la ropa de una muñeca con una sonrisa cargada de afecto en su rostro. No se percató de Sona hasta que ésta se quedó fija en un osito de peluche parcheado, algo viejo en comparación con otros peluches que había alrededor. El hombre se acercó entonces a la menor, agachándose para preguntarle si le gustaba el mismo osito, y Sona asintió sin llegar a mirarlo. La sonrisa que adornaba el magullado rostro de la niña enterneció al dueño, y bajó el mencionado juguete para entregárselo a ésta, quien había mirado el precio anteriormente. Buscaría sacar sus ahorros, pero apenas llegaba para pagar un brazo del mismo.
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+Chiquilla, no te preocupes. Es un regalo por ser la única que prefiere mi primer trabajo al resto que tengo en la tienda. . . Cuídalo bien, ¿si? Ve con cuidado al volver a casa.
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Esas palabras se quedaron grabadas en la mente de Sona para los restos, y saldría moviendo su zurda para despedirse del hombre con alegría. Guardó el peluche en su mochila, para evitar que se lo quitaran los demás; sería su tesoro. Ahora tocaba regresar, y con ello tremenda reprimenda se llevó, nuevamente más física e intensa que verbal por ''preocupar'' a los cuidadores, quienes ni se dieron cuenta de su ausencia hasta que un niño se los comentó.
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Esa noche y las posteriores durmió a duras penas, pero aferrada al oso con sonrisa que tranquilizaba su cansado ser y corazón. Los años pasaban, y el panorama no cambiaba. Unos entraban, otros salían, pero siempre la misma mierda.
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A los nueve años llegó el momento que cambiaría todo. Se le confiscó el instrumento alegando que era molesto y que no sabía tocarlo en condiciones, pero el mismo regresó a ella por la magia que unía a ambos. ¿Qué otra cosa podían hacer para evitar que se divirtiera? Buscarían quitarle el oso para dárselo a unos caprichosos niños, quienes destrozaban todos los juguetes por diversión. ¿Iba a dejar que le arrebataran a su único amigo? Por ahí no pasaría, y en las intentonas de separarla del mismo provocaron el enfado de Sona, quien decidió dejarlos a todos inconscientes con ayuda de la música generada por su instrumento. Ella los consideró muertos, y por eso es que salió corriendo, descalza y con el peluche entre sus manos, lejos de allí. Corriendo, y siendo seguida por el misterioso instrumento, estuvo largo tiempo, caminando a veces y retomando la carrera para caer exhausta en mitad de la nada. Perdida estaba, pero podía sentir las olas donde fuera. ¿El puerto? No, era una simple playa y no había nadie, salvo una mujer forastera mirando conchas en el suelo.
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El ruido del instrumento alertó a la mujer, quien fue a socorrer a la agotada niña. En la ropa había un identificador, donde estaba el nombre de ella y el del orfanato. Ante la posibilidad de ir allí a pedir explicaciones Sona negaría asustada, y la mujer, por nombre Lestara y de nacionalidad demaciana, fue en busca de los responsables de ello. Pasaría una hora o así, en la que Sona se escondía de todos mientras esperaba a aquella mujer, quien apareció con un papel en sus manos. Era un documento de adopción. ¿Le había adoptado? ¿A ella? ¿Por qué? No lo sabía, pero al no saber hablar no pudo solventar esa duda hasta mucho tiempo después; esa mujer le estaba abriendo la puerta a una nueva vida y no iba a desperdiciarla.
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Los años pasaron, y la música de una artista de renombre que llevaba la casa Buvelle a lo más alto, incluso en regiones enemigas a Demacia como era Noxus mismo. La míusica que generaba con maestría de su instrumento, apodado Etwhal por su madre, tocaba lo más profundo del corazón de los oyentes; nadie quedaba excento de sentir lo que ella quisiera transmitir, salvo que fuese sordo/a. En secreto perfeccionó unos acordes letales en caso de necesitarlos (letalidad que llevó a la muerte a su madre por irrumpir en una sesión de práctica y asustarla, siendo afiladas notas las que cercenaron su cuello). Luego de ese y más
eventos en los años venideros se vio forzada a usar su voz. Era eso o morir, ya que estaba siendo asaltada por desconocidos buscando secuestrarla para pedir un rescate, y como estaba resistiéndose las armas de éstos le apuntaban directamente al cuello. Los milagros existen, y su voz irrumpió como luz al final de un túnel, dejándolos aturdidos por alguna razón que siquiera a día de hoy conoce la peliazul.
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Su voz le había salvado, y desde ese entonces nadie le silencia. Todos aman su música, muchos no quieren escucharla, pero ella seguirá orgullosa de poder hablar nuevamente, para bien o para mal. Todo el mundo está al tanto de su habilidad del habla, por lo que nadie se sorprende de ello. La muda dio paso a una mujer fuerte, valiente y con ganas de ser oída por todos los mundos existentes.